Fría soledad
Te quiero.
Supongo que podría empezar por ahí,
por lo mucho que quiero pasar tiempo contigo
y por lo mucho que odio pasarlo sin ti.
Por lo cálidos que son tus brazos de abrigo
y por el profundo corte que me deja tu marchar
tal y como un cirujano con su bisturí.
Este frío llega a ser insoportable
su duración es imprecisa
su fiereza inigualable
y desafiarlo saliendo en tu búsqueda
solo acaba por alejarte.
Preferiría vivir en el sol
y que me des un golpe de calor
con esos rojos repartidores de felicidad,
a los que tu llamas labios,
pero yo conozco como dueños de mi corazón.
Preferiría que me rompas cada costilla,
todos los huesos que quieras de un solo abrazo,
que más da si ya lo arriesgué todo
el día que te di mi mano
contento de que cogieras mucho más que el brazo.
Pienso y escribo esto como si fuera a hacerse realidad,
supongo que el amor si que ciega
pero por ti no apartaría la vista de este eclipse solar.
Seguro que esta situación es algo más normal,
menos exagerada y dramática,
más fiel a la realidad,
pero que puedo hacerle
más que odiar que mi mente lo esté sobre pensando
y a ti seguramente te de exactamente igual.
Estarás ahí fuera pasándolo bien
y yo me alegro, de verdad,
encantado hasta que decidas volver esperaré,
en casa,
en soledad,
escribiendo en mi tonto cuaderno,
con mis tontos llorosos ojos
y mis tontas temblorosas manos
poesía sobre ti,
y sobre lo bonito que será
cuando vuelvas a mis brazos una vez más,
entonces el sentimiento de estas lagrimas será diferente
y volveré a sentir la más pura felicidad.
