Un pobre amor humillado
arde en la casa que miro.
En el espacio del mundo,
lleno de duros prodigios,
existe y pena este amor,
como ninguno ofendido.
Se cansa cuanto camina,
cuanto alienta, cuanto es vivo,
y no se rinde ese fuego,
de clavos altos y fijos.
Junto con los otros sueños,
el sueño suyo Dios hizo
y ella no quiere dormir
de aquel sueño recibido.
La Pobre llama demente
violento arde y no cansino,
sin tener el viento Oeste
sin alcanzar el marino,
y arde quieta, arde parada
aunque sea torbellino.
Mejor que caiga su casa
para que ella haga camino
y que marche hasta rodar
en el pastal o en los trigos.
Ella su casa la da
como se entrega un carrizo;
da su canción dolorida,
da su mesa y sus vestidos.
Pero ella no da su pecho
ni el brazo al fuego extendido,
ni la oración que le nace
como un hijo, con vagido,
ni el árbol de azufre y sangre
cada noche más crecido,
que ya la alcanza y la lame
tomándola para él mismo!