En mi cabeza habita una violinista
que con esmero teje sus telarañas,
ahí atrapa mis pensamientos
y a veces mis sentimientos,
los digiere con lentitud,
para luego sin pulcritud
expulsarlos hacia mis entrañas,
camina de noche sobre mis sesos
y duerme por las mañanas,
teje con sueños de ilusionista
sus finos hilos enmarañados
que tiñe con tintas rojas envenenadas,
apresando siempre las utopías
que rondan por mi cerebro desorbitado.