Amanece inundando.
Los pájaros cantores
cierran los circuitos eléctricos del día.
¡Es la belleza, es la vida!
La cabeza se enciende como una bombilla
a unos doscientos voltios de normal poesía.
¿Es la belleza? No sé.
Es el mundo habitual de la pereza
donde mis números sirven,
mis distancias miden,
mis ideas cuentan,
no se funde el aparato que en mí versifica.
¿Es la vida?
Sé que hay otra
más real, más escondida, menos mía,
pero ésta es mi alegría, mi mentira,
y los átomos me dejan de momento
que viva en mi fantasía,
es decir, en lo vulgar
del día que es tan sólo un cada día
sin más, normal,
fabulosamente real.