Hay algo en el aire que se estira.
No es el silencio,
es la distancia que se hace más grande
aunque no lo digamos.
Las palabras se han vuelto
más necesarias y más inútiles
al mismo tiempo.
Nos miramos,
pero ya no hay esa certidumbre
en el ojo del otro.
Algo se ha roto,
y lo sabemos.
Pero nadie dice nada.
Solo se extiende la respiración,
tensa,
por entre las grietas del tiempo.