Con la nieve blanca, que nevó el invierno
hice con mis manos, un lindo muñeco.
Corazón de pan, corazón de queso.
Le puse una rosa en el brazo izquierdo,
y un ramo de olivos sobre sus cabellos.
La paloma vino y anidó en sus dedos.
Una tarde gris se lo llevó el viento,
no sé si a la fuente, no sé si al desierto.
Y se tiñó el aire de aromas de incienso.
Se hizo manantial después el muñeco,
brotó la sonrisa de sus ojos negros.
Y el jardín de nieve se inundó de pétalos.
Bebió la paloma un sorbo de sueño,
y llegó la paz, disparando besos.
Sabor de mar, peces del invierno.