El diamante de una estrella Ha rayado el hondo cielo, Pájaro de luz que quiere Escapar del universo Y huye del enorme nido

Todas las tardes en Granada, todas las tardes se muere un niño. Todas las tardes el agua se sienta a conversar con sus amigos. Los muertos llevan alas de musgo.

Cirio, candil, farol y luciérnaga. La constelación de la saeta. Ventanitas de oro

Cuando yo me muera, enterradme con mi guitarra bajo la arena. Cuando yo me muera, entre los naranjos

La luna asoma Cuando sale la luna se pierden las campanas y aparecen las sendas impenetrables.

Hinojo, serpiente y junco. Aroma, rastro y penumbra. Aire, tierra y soledad. (La escala llega a la luna.)

¡Qué esfuerzo! ¡Qué esfuerzo del caballo por ser… ¡Qué esfuerzo del perro por ser go… ¡Qué esfuerzo de la golondrina por… ¡Qué esfuerzo de la abeja por ser…

Los caballos negros son. Las herraduras son negras. Sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso no lloran,

Debajo de la hoja de la verbena tengo a mi amante malo. ¡Jesús, qué pena! Debajo de la hoja

Así te vi La joven muerta en la concha de la cama, desnuda de flor y brisa surgía en la luz perenne.

Duérmete, niñito mío, que tu madre no está en casa; que se la llevó la Virgen de compañera a su casa.

La canción, que nunca diré, se ha dormido en mis labios. La canción, que nunca diré.