A veces, te cuento siento que he muerto.
Guardo un lamento atorado en el corazón.
A veces, te cuento que soy de cemento.
Frio en el cuerpo, rugoso sabor.
Y miro con la mirada triste.
Por esas ventanas, que tienen tu alma.
Buscando una calma, tal vez respirar.
Buscando un abrazo y transitar.
Sentir que me importas.
Sentir que te importo.
Lamer las heridas, sentir compañía.
Sin darnos recetas, sin tratar de salvarnos.
Darnos la mano, resistir la tormenta.
Aullar y llorar, reír y callar.
Tal vez conectar en un mundo cableado
de cables enredados.
Tan conectados y tan aislados.
Recuperar la sinceridad.
Y la confianza en ser uno mismo.
Compartir un camino en libre elección.
Siempre renovándose en el devenir.
Potenciándonos, abrigándonos
y un beso de buenas noches.
En estos tiempos de inviernos largos.
Y si hay magia forjar un trecho,
buscar la brecha en el día a día.
Y ¿si no? haber vivido, compartido
disfrutado. Y si nos cruzamos
en cualquier lado, nos damos un abrazo
por el tiempo compartido.
Por haber detenido por un momento.
Un instante.
El mecánico dictamen
del reloj.