El llamado de Poesía
—los susurros que nos rozan las espaldas,
que danzan con nuestras palabras no dichas–
no se puede desoír
es implacable
Soberana alma de metáfora,
caricia y puñalada,
eres el verdor de los vergeles,
la antorcha del “fuego que crece y crece”,
la asangre de mis palabras
en mi existir, eterna,
eres siempre presente.