Hoy recibí tu carta. La he leído
con asombro, pues dices que regresas,
y aún de la sorpresa no he salido
¡Hace tanto que vivo sin sorpresas!
«Que por fin vas a verme que tan larga
fue la separación». Te lo aconsejo,
no vengas, sufrirías una amarga
desilusión: me encontrarías viejo.
Y como un viejo, ahora, me he llamado
a quietud, y a excepción ¡Siempre el pasado!
De uno que otro recuerdo que en la frente
me pone alguna arruga de tristeza,
no me puedo quejar: tranquilamente
fumo mi pipa y bebo mi cerveza.