Anoche, terminada ya la cena
y mientras saboreaba el café amargo,
me puse a meditar un largo rato:
el alma como nunca de serena.
Bien lo sé que la copa no está llena
de todo lo mejor, y, sin embargo,
por pereza, quizás, ni un solo cargo
le hago a la suerte, que no ha sido buena
Pero, como por una virtud rara
no le muestro a la vida mala cara
ni en las horas que son más fastidiosas,
nunca nadie podrá tener derecho
a exigirme una mueca ¡Tantas cosas
se pueden ocultar bien en el pecho!