Dijo anoche, su canto de muerte
la canción de la tos en tu pecho,
y, al mojarse en las notas rojizas,
mostró flores de sangre el pañuelo.
¡Pobrecitas las carnes pacientes,
consumidas por fiebres de fuego,
para ellas las buenas, las tristes,
tiene un blanco sudario el invierno!
Mira: abrígate bien, hermanita,
mira, abrígate bien, yo no quiero
ver que cierre tus ojos la Bruja
de los flacos y frígidos dedos
Hermanita, ¡Me viene una pena!
Si te escucho gemir, que presiento
las nocturnas postreras heladas:
las temidas del árbol enfermo.
¡Si supieras! Blandones sombríos,
me parecen tus ojos ¡Tan negros!,
Y tu lívida faz taciturna
un fatídico heraldo de duelo.
¡Si supieras! A ratos me asaltan
tus visiones sangrientas. No duermo
al pensar, siempre alerta el oído,
que te pasas la noche tosiendo
Al pensar en tu vida deshecha,
cuando miro esfumarse en mi ensueño
tus nerviosos esguinces cansados,
y moverse y cruzar tu esqueleto
¡Hermanita: hace frío, ya es hora
de los suaves calores del lecho,
pero cambia la colcha: esa blanca
me recuerda el ajuar de los muertos!