Si pudiera abrir mi gruesa flor
para ver su geografía íntima,
su dulce orografía de gruesa flor:
si pudiera saltar desde los ojos
para verme, abierta al sol,
si no me golpeara de pronto, en la mejilla,
esta reunida sombra,
esta orilla de silencio
que es lo que ciertos pañuelos a la lágrima,
un aposento blanco, descubierto.
Si pudiera quedarme abierta al sol
como el sencillo mar
y alta, recién nacida hija del agua,
creciera mi color al pie del agua.
Por qué no he de poder desnudarme los pies
en una casa en que los alfabetos ascienden
por el labio a la palabra, y en que duendes de menta,
sirven té verde y florecida sombra.
Por qué no he de poder
desnudarme los pies en una casa
en que todos los días
un año desviste su estatura melancólica,
y en que la costa azul de un relicario
guarda el retrato de un vecino de mayo que se ha ido.
Sin embargo
no puedo desnudarme los pies en esta casa
ni poner sobre la mesa el corazón.
Pero puedo abrirme como una flor
y saltar desde los ojos para verme,
abierta al sol.
Granada, Nicaragua, Junio 12 de 1946