Llévame por donde quieras,
viento de la luz de junio,
—remolino de lo eterno.
¿A dónde?
Si ya he ido, si ya vuelvo.
Si ya nada quiero, nada;
ni lo que tengo, ni aquello
que estuve soñando ayer.
Ahora por no querer y no saber lo que quiero
lo quiero todo... ¡Qué júbilo!
¡Qué beato ahogarse en tu oleaje!
Soy como un niño que estrena
la pura emoción del Quiero.
¡Ay, la espuma, lo lejano
y aquellas voces, naranjas
—tacto, color, fragancia—
que se mueven en las frondas
como sorpresas redondas!
Llévame adonde tú quieras
—tú me ciñes, tú me vences—
que ahora me rindo dócil,
a tu voluntad viajera,
luz de jugar y de huir...
Llévame, llévame, llévame
a secuestrarme en lo eterno
—ansia, oleaje, grupa, crin—
viento de la luz de junio.