¿Eres el que lloroso encanecía
príncipe de la pluma esplendorosa,
que si no el don perfecto de la rosa
tienes don de profética elegía?
Levantas tu escarpada melodía
sobre estatuaria nieve luminosa.
Das forma de asa y posición lujosa
al cuello que tan hondo te dolía
Y el temblor de tu pecho no trasciende
ni altera la quietud de tu figura
que de la espuma apenas se desprende.
El arpa adolorida de ti aprende
a no quebrar su línea de hermosura
cuando en puro sollozo el canto prende.