Emilio Ballagas

Elegía de María Belén Chacón

María Belén, María Belén, María Belén,
María Belén Chacón, María Belén Chacón, María Belén Chacón,
con tus nalgas en vaivén,
de Camagüey a Santiago, de Santiago a Camagüey.
 
En el cielo de la rumba,
ya nunca habrá de alumbrar
tu constelación de curvas.
 
¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?
María Belén Chacón, María Belén Chacón...
¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?
 
Ni fue ladrido ni uña,
ni fue uña ni fue daño.
La plancha, de madrugada, fue quien te quemó el pulmón!
María Belén Chacón, María Belén Chacón...
 
Y luego, por la mañana,
con la ropa, en la canasta, se llevaron tu sandunga,
tu sandunga y tu pulmón.
 
¡Que no baile nadie ahora!
¡Que no le arranque más pulgas el negro Andrés
a su tres!
 
Y los chinos, que arman tánganas adentro de las maracas,
hagan un poco de paz.
Besar la cruz de las claves.
(iLíbranos de todo mal, Virgen de la Caridá!)
 
Ya no veré mis instintos
en los espejos redondos y alegres de tus dos nalgas.
Tu constelación de curvas
ya no alumbrará jamás el cielo de la sandunga.
 
María Belén Chacón, María Belén Chacón.
María Belén, María Belén:
con tus nalgas en vaivén,
de Camagüey a Santiago...
de Santiago a Camagüey.

(1934)

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