“Pensaba que mis somnolencias eran altas, ¡¿qué tan altas?! Sólo sé que la retina de mi pequeño «Valiente» era tan veraz, que no soporté mirarlo un poco más y me lancé hacia el pavimento para no mirarlo más...
“Pero era tan robusto (el rostro de mi Valiente amigo), que ya no soportaba verlo llorar, eran tan jocosa su mirada hacia mí, diciéndome, que nuestra amistad ya no va a durar más. Prefiero ignorar la hipermetropía de mi Valiente amigo, ya que estaba cerca de él, para no mirarlo y decirle al oído: «Me cuidaste, me limpiaste, hiciste cosas posibles para no despedir esas lentillas llenas de coquí que algún día atrás pegaste para no despedir nuestra amistad».
“Y ahora que estamos en el mar; en una isla que no logré escuchar mencionar, porque tus dulces oídos hacían fácil mi denodada armadura al sentirme volar.
“No logré ver esa sonrisa que sombreaba tu dulce rostro, por ende, creo que tu astigmatismo no hizo bien visible a mi reflejo del Sol en tu mirada.
“Lo que enamora no son las cruzadas de pupilas, sino las miradas entre corazones de córneas que hacen posible que veas, a simple vista, tu entorno para no mirarlo más.
“Había preferido que fueras ciego, para que no veas a donde vamos a parar, porque con tu bastón tratando de ubicarte; sin brújula, sería más fantasioso verte al descubrir, mas no eres tú quien quiere buscar a alguien para sentirse «Feliz», sino que no aceptas que Dios te tiene a ese mundo para que lo puedas hacer feliz.
“Sólo es cuestión de percepción, de ver lo que nadie puede ver... no importa si tienes esos fanales de otros colores si no lo sabes utilizar para observar lo rebelarse, de tal forma que no importa si escapas de la verdad, ella siempre saldrá a la luz.
“No me gusta verte con esas páginas al hablar, me cansaré de repetirte a través del Sol, que nuestra amistad fue más que un viaje que duro una eternidad”.