Emil Cerda

BGSKLO

Me senté en la cordillera de sus senos, me llamaban los murciélagos. Era una muchacha maldita, sus nalgas se apostaban en la fila, me puse en lista... ella era muy lista. Pasaba de camerinos a pantallas, prerrequisitos y de todas las damas. Le pido perdón a DIOS por todo el alboroto, renté y vendí mi corazón en Corotos.

¿Ella pudo ser? Si sus pies me sabían a miel, y yo era cruel, haciéndome pasar por alguien que no debía de ser. Me recosté en mi aposento, miré el techo, y me pregunté:

—¿En verdad tengo talento, o es de la fama que dependo?

¡¡Flipendo!! El dividendo de mi sustraendo, me dejó el minuendo. Un estruendo de atuendos corrigiendo el estupendo duendo. Recomiendo al tremendo refrendo. Vendo pudiendo el seruendo. Admirando el contrabando blando: callando cuando ando sumando y venerando a los Andes, ¡¡yo mando!!

Mi hermanastra es ambidextra y tiene cuatro razones para vivir, llámala Tetra. Nuestra ostra era la otra siquíatra neutra, siendo de siniestra la mitra, ¡ultra!

Su momento fue monótono como el de los otros tiempos. Vine para la facultad, y me lavé mis manos, como Pilato. Vi a Los Minas sentarse a lo lejos de mí, le guiñé los dos ojos, pensaba que yo estaba pestañando. Me gusta su look, parece una tipa confiada, trabajadora, que no te atraca, que no es chapiadora, sin embargo, todas me han dado esa “expectativa”, según mis pensamientos. No puedo juzgar a alguien por dentro, si todavía no me arriesgo a hablarle; me le acerco.

—¿Martínez, cierto?

—Mmmmm, sí, eso creo.

—Debes de estar segura de ti misma.

—¿De qué me hablas?

—Sólo mírate, Martínez, eres de Los Mina, con un cabello como un rayo, una tipa confiada, y es muy cansoso.

—¡Ja, ja, ja, ja! Eres muy chistoso y misterioso.

—¿Quieres?

—Ah, no; no bebo.

—Es un poco de agua, comprendo.

Esa noche, me pajié a su nombre. No, chicos, no como ustedes piensan; mi tío tiene una granja, hablé con el caballo, sobre ella. Por eso dije “me pajié”, porque con la paja, cerraba los ojos, y era como si saltara cada ofrenda.

Mi libido es una mierda, y mi pene es la cosecha, ¿siembro mi gen en ti, o tú esperas a que te lo meta? Claro, esa es mi meta: amarte como un loco, carnalmente; pensar en ti todo el tiempo, como los de Alzheimer.

Tengo dos años sin tener sexo, perdónenme por mis deseos. Les preguntaré, a ustedes, mis compañeros:

¿Acaso quién nació primero, la fama o el dinero?

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