La tarde otoñal, serena y callada,
viste al bosque entero de tonos rojizos,
y el sol, ya cansado, con luz apagada,
dora los caminos con rayos oblicuos.
Las hojas doradas, con lento girar,
caen sobre el suelo formando un tapiz,
y el viento susurra un cantar singular,
meciendo las ramas con suave desliz.
Un manto de calma se extiende en el prado,
mientras el otoño, con paso cansino,
despliega su manto de tonos dorados,
y el alma se llena de un dulce cariño.
Hojas de ámbar caen, lentas, danzando,
en el aire fresco que aroma a madera,
el sol, ya distante, va declinando,
y el otoño en silencio su belleza recuerda.
Un manto dorado cubre la pradera,
mientras el viento canta una triste tonada,
la tarde se acuna en calma placentera,
y el alma se entrega a la paz dorada.
Pronto el invierno, con su frío, llegará,
mas el otoño en recuerdos vivirá.