En el prado verde canta el río
reflejando el sol de la mañana
donde el pasto crece tan umbrío.
Las flores se abren con temprana
fragancia que el viento suave lleva
por la senda clara y soleada.
Las hojas susurran como prueba
de la vida que el bosque sostiene
y el día en su esplendor renueva.
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El rocío brilla en la pradera
mientras canta el ruiseñor su canto
y el día despierta sin espera.
El sol asciende con su manto
de luz dorada que abraza el campo
y el viento murmura un dulce encanto.
Las mariposas vuelan en un tramo
de flores que salpican la colina
y el arroyo fluye con su reclamo.
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Bajo el cielo azul, la alondra canta
y el valle se inunda de armonía
con su trino que al alma encanta.
El ganado pasta con alegría
entre sombras que dan los castaños
y el sol brilla con fuerza en la umbría.
El pastor guía su rebaño a escaños
donde el agua fresca siempre brota
y el aire es limpio, sin engaños.
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En la calma del bosque se oye
el susurro del viento entre pinos
que trae paz y al alma recoge.
Las hojas caen en finos caminos
mientras el río sigue su curso
y la tarde cierra sus destinos.
El ciervo asoma con paso diurno
entre claros de luz y de sombra
y el día se despide muy tierno.
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La luna asoma tras la colina
bañando de plata la pradera
y la noche su manto destina.
Las estrellas brillan cual quimera
en el cielo claro y despejado
y el silencio en el campo impera.
El búho canta su canto alado
y el eco resuena entre las hojas
de un bosque que duerme sosegado.