Es extraño cómo el café se enfría tan rápido
cuando no estás.
El sonido de la tetera se parece ahora
al agua que cae en un cubo vacío.
No queda urgencia en el reloj,
solo un segundero que me araña lentamente.
He recogido los vasos,
lavado las palabras,
ordenado tus pasos en mi memoria
como quien guarda fotos que nunca verá.
Todavía quedan migajas de algo en la mesa,
pero ni siquiera el hambre es la misma.
Es un proceso silencioso,
como el roce del polvo en los libros.
Así se van borrando los días contigo,
desapareciendo,
sin que el sol lo note siquiera.