Llegaste en la sombra, sin aviso ni ruido,
como brisa tenue que roza la herida,
dejando en mi pecho, al filo de la vida,
un rastro indeciso, extraño y perdido.
No eras amor, ni sueño conocido,
eras viento errante, promesa hendida,
un eco de voces, fuga encendida,
como un roce ajeno, breve y temido.
Entraste despacio, sin puertas abiertas,
dejando en mis noches tu ausencia latente,
como si nunca hubieras estado.
Y al irte, dejaste ventanas desiertas,
y un aire vacío que sigue presente,
como si el olvido fuera recordado.