Me miraste con ojos apagados,
una brisa de invierno nos cubría,
tu voz fue un eco de tiempos pasados,
y el alma en susurros se despedía.
Quise aferrarme a un último intento,
pero el destino ya estaba trazado,
se ahogó en la niebla todo argumento,
y el beso final se tornó en pasado.
Quedaron ausentes todas las risas,
las noches doradas que ya no existen,
y un leve perfume entre las cenizas,
de un fuego que ardía y hoy no persiste.
Nos vimos partir, sin una promesa,
sin pactos de vuelta ni despedidas,
como hojas que caen sin más certeza,
que el viento arrastrando lo que fue vida.
Tal vez algún día, lejos del daño,
cuando el recuerdo se torne en brisa,
mis pasos se pierdan en otro año,
y ya no me duela tu despedida.