En la penumbra del crepúsculo,
donde los suspiros encuentran eco,
nacen secretos entre las sombras.
Y esta fiebre de luciérnagas,
breve incendio en la brisa de junio,
luego ceniza tibia sobre la hierba.
Discúlpame,
alma de mi sombra primera,
si en esta danza de espejos
quise ser
otra.
Ahora, en la quietud de la noche,
busco en reflejos mi verdadero rostro,
despojándome de máscaras y sueños.
Que el alba me encuentre sincera,
sin el peso de disfraces antiguos,
renaciendo en la luz de la verdad.