La muerte está lejana, no me mira,
camina lenta, ajena a mi latido,
sus ojos vagos pasan sin sentido,
como si el tiempo en mí no la abriera.
No siente el peso de mi piel cansada,
ni escucha el eco del silencio oscuro,
yo, que la espero, inmóvil, en lo puro,
la veo partir, como si nada.
Tal vez ignora que ya estoy dispuesto,
que su llegada no será mi duelo,
que el fin no aterra cuando es solo un gesto.
Tal vez la muerte busca otro desvelo,
mientras mi vida, aún rota, protesta,
y su distancia me devuelve al suelo.