Si mi poema alzara su plegaria,
sería canto de luz y de esperanza,
la risa fresca que en la tarde avanza,
el dulce aroma que el rocío varia.
Sería el árbol, luna que se haria,
el fuego tierno que a la sombra danza,
la voz que al eco de la vida alcanza,
la fe que brota cuando el alma calla.
Y no negaría la herida, el duelo,
mas cubriría su dolor sombrío
con la ternura que hay bajo este cielo.
Pediría al amor su eterno río,
y que al final del día, tras el velo,
renazca el corazón sereno y mío.