Logros de un poema
Si lograra mi poema ser ruego y ser verdad,
sería río que lava penas, estrella que da paz.
Canturreo del alba al nacer,
un murmullo de viento que sabe envolver
el alma que en soledad se queda,
y el corazón que, herido, aún espera.
Si lograra mi poema ser plegaria y ser refugio,
tejería con palabras un manto sin juicios.
Hablaría de los montes, sí, y de la risa franca,
del rocío en la hoja, del niño que danza,
del pan recién hecho y su aroma que abraza,
de la llama en la chimenea,
del perdón que el pecho libera.
Sería mi poema, luz hecha de sombra,
pues en su silencio también la vida nombra:
la herida, el eco de un grito sin consuelo,
la piel marcada por el roce del duelo.
Mas no para rendirse a su penumbra, no,
sino para alzar un puente,
un camino entre lo roto y lo valiente.
Y al final, si mi poema al cielo llegara,
pediría con susurros que la esperanza no faltara.
Que sea el mañana fresco como lluvia temprana,
que el amor, como un árbol, sus raíces lance,
y que en el rostro de quien lea este verso,
nazca la calma de un instante eterno.
