Sedienta de ti, del roce que quema,
del fuego en tu piel, del beso que arde,
del eco sutil de tu voz que enreda,
del hambre voraz que nunca se apaga.
Mis labios te buscan como la arena,
sedienta del mar en noches calladas,
mi cuerpo es desierto que solo renace
cuando en su cauce tu lluvia estalla.
Bebo de ti en cada caricia,
y en cada sombra de amor prohibido,
me pierdo en tu tacto, en tu delirio,
presa en la fiebre de tu sonrisa.
Y aunque te alejes, mi boca insiste,
mi piel te llama, mi alma persiste.