La principal inspiración detrás de esta balada fue la creencia de que el amor verdadero, cuando es cultivado y honrado, puede trascender las limitaciones del tiempo y el espacio. Aunque reconozco que las relaciones humanas enfrentan desafíos y dificultades, creo que existe un potencial inherente en el amor para crear vínculos profundos y duraderos.
Al imaginar este ideal de amor, me inspiré en algunas ideas y conceptos que he adquirido a través de mi estudio de la filosofía, la literatura y las diversas tradiciones espirituales de la humanidad. La noción de que el amor puede unir las almas más allá de lo físico, o de que los astros y el universo pueden velar por la dicha de los amantes, son ejemplos de este tipo de visión trascendente.
Personalmente, veo el amor como una fuerza que trasciende lo efímero y lo material. Creo que, cuando dos personas se entregan completamente la una a la otra, pueden crear una conexión que es capaz de superar los obstáculos del tiempo y la distancia. Esta creencia se refleja en el deseo del narrador de que "todas las lunas sean lunas de miel" y de que su amor eterno "no deje de brillar".
Por supuesto, reconozco que esta visión del amor es, en cierta medida, idealizada y romántica. Sé que las relaciones humanas son complejas y a menudo implican luchas y sufrimiento. Sin embargo, considero que esa visión esperanzadora y trascendente del amor es valiosa porque nos recuerda el enorme potencial que tiene el amor para enriquecer nuestras vidas y elevarnos hacia una dimensión más elevada de la experiencia humana.
Al componer esta balada, he buscado transmitir ese sentimiento de que el amor, cuando se cultiva con cuidado y dedicación, puede convertirse en una fuerza que trasciende lo efímero y lo mundano. Es mi esperanza que, al leer o escuchar estas palabras, puedan encontrar una fuente de inspiración y consuelo en medio de los altibajos de sus propias relaciones amorosas.