Guardián del manto que al cielo domina,
protege el fulgor de las luces eternas.
Vigila el danzar de almas tan tiernas,
su escudo brillante nunca se inclina.
En la cinta de Orión, su eterna morada,
veloz centinela de astros dormidos.
En su pecho laten sueños tejidos,
bordados de luz por manos doradas.
Protoestrellas, faro en la vasta noche,
que guía al viajero con suave fulgencia.
En sus ojos brilla la fe y conciencia,
y en su corazón un divino broche.
A Orión le canta su himno estelar,
cuidando el fulgor que nunca ha de cesar.