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Elideth Abreu

Posada de amigos y poetas

El mundo canta sin cesar, en la brisa que roza las hojas y en la luz que se filtra entre las ramas. La poesía se posa en los troncos rugosos, en la savia que asciende con paciencia de siglos, en la hierba que tiembla bajo la lluvia.

Un árbol extiende su sombra con la calma de quien conoce el tiempo. Sus raíces beben del suelo antiguo, y en su madera se esconde la memoria de soles y lunas que han trazado su destino. Ojalá el agua lo visite sin prisas, ojalá cada primavera le regale un nuevo susurro de vida, un temblor de felicidad guardado en el corazón de su corteza.

La amistad es un refugio, como la sombra de un bosque en verano. No es el acuerdo lo que la sostiene, sino la certeza de que el bien camina con ella, firme y silencioso. Así lo supieron otros antes, y así lo seguimos sabiendo, incluso cuando el mundo se torna incierto.

Y allí, entre los robles de un prado eterno, quedó el eco de un encuentro. La hierba aún guarda la huella de cuerpos entregados a la ternura del instante, y el viento, al pasar, recoge murmullos de lo que fue, de lo que sigue siendo.

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