No es refugio la voz de la poesía,
es cristal que se rompe en la tormenta,
un rincón donde el alma se atormenta,
y el silencio sepulta su armonía.
Las palabras se pierden cada día,
la sal del tiempo su sentido inventa,
y el náufrago, en su soledad violenta,
grita al abismo que jamás lo guía.
¿De qué sirve escribir con la esperanza
de que el azar responda con amparo,
si el mar devora todo lo que alcanza?
Un poema es un eco solitario,
una tumba de versos sin balanza,
una voz que se ahoga en su calvario.