A la hispanidad que el viento abraza,
con voces de la mar y sus amores,
hermana de la luz y de las flores,
en tu vientre la sangre se desplaza.
Eres la piel del sol que no se apaga,
el eco de un pasado que no muere,
tu verbo es el clamor que nos adhiere,
a un sueño en que la historia nunca es vaga.
Metáforas del aire y del lucero,
te visten de un fulgor eterno y santo,
en cada verso tuyo hay un encanto,
un río inmenso que se hace sendero.
Tus raíces se extienden por la aurora,
y el alma del que escucha se conmueve,
una lengua que arde, mas no llueve,
y es patria en la que el tiempo no devora.