Puñados de perlas caen con desvelo,
susurros de agua besan el tejado,
la noche se abre con manto callado,
tejido de estrellas bordado en el cielo.
Los ecos danzantes recorren el suelo,
su canto en la brisa se torna sagrado,
un himno de lluvia, doliente y sagrado,
que baña en reflejos el mundo en anhelo.
Y el techo de plata resplandece ufano,
pues siente en su cuerpo la dulce caricia
del beso que el cielo derrama temprano.
Así va la noche con tierna delicia,
dejando en la sombra su arrullo lejano,
canción de la lluvia con fiel armonía.