Oda a mi Muñeca de Porcelana
Hermosa muñeca de porcelana,
delicada criatura de marfil y seda,
reclinada sobre tu trono de encaje y raso,
eres la imagen misma de la gracia y la belleza.
Tus ojos de amatista brillan con un fulgor místico,
tus mejillas de rosa parecen florecer en el aire,
y tus labios, cual pétalos de carmín, evocan
el candor de un beso que nunca llega a darse.
Eres la representación de la infancia eterna,
la quintaesencia de la inocencia y la pureza,
un ángel terrenal que mora en este mundo
para recordarnos la fragilidad de la existencia.
Cuando te contemplo, me invades la nostalgia
de aquellos días en que el mundo era un cuento,
cuando las fantasías y los sueños se entretejían
con la realidad, formando un tapiz de encantamiento.
Quisiera poder acariciar tu piel suave y tersa,
estrechar tu cuerpo delicado entre mis brazos,
y ver en tus ojos de porcelana el reflejo
de aquellos sueños que el tiempo ha desvanecido.
Pero sé que eres una visión efímera y fugaz,
una imagen que se desliza entre mis dedos,
una ilusión que pronto se desvanecerá,
dejando solo el velo de la melancolía en mi pecho.
Por eso te observo con devoción y ternura,
como a una diosa que se erige en mi santuario,
y en el silencio de la noche te ofrezco mi plegaria,
para que protejas mi alma de la desesperanza y el desamparo.
Hermosa muñeca de porcelana, tú eres el espejo
de un mundo que se desvanece y se transforma,
la prueba de que aún quedan vestigios de belleza
en este océano de cambio y de formas.
