¿Por qué dejas en silencio
las historias de tus manos,
el aroma de los campos
y el brillo de tus años?
¿Por qué te vas, abuelo,
si aún queda tanto por contar?
Tus palabras son un eco
que la vida quiere guardar.
En el rincón de la tarde,
te busco y no te hallo,
solo quedan los suspiros
de un reloj que sigue andando.
Tu bastón ya no resuena,
tu risa quedó en el viento,
y en mi pecho una pregunta
se convierte en un lamento.
¿Por qué te marchas, abuelo?
¿A qué estrella vas ahora?
¿Será que el cielo te llama
con promesas de auroras?
Aquí dejo mi promesa,
te recordaré en la brisa,
en el murmullo del río,
en la tierra que acaricias.
Y aunque duela tu partida,
te llevo en cada latido.
Abuelo, no estás tan lejos:
vives en todo lo que miro.