No maldigas al destino, que en su danza incierta,
las estrellas más brillantes pueden pronto arder,
y el susurro de la brisa, dulce y tan desierta,
se transforma en un lamento, sombra del ayer.
Aun las cosas más hermosas, puras, verdaderas,
se deslizan entre manos como fina arena,
y las horas que nos dieron dichas pasajeras,
se desvanecen despacio, suaves, con pena.
No reproches al camino por torcer sus huellas,
ni señales con desdén lo que pudo ser,
pues los sueños que se alejan, frágiles centellas,
son apenas un reflejo de lo que hay que ver.
Cada paso, cada herida, forma nuestra historia,
y aunque el cielo se oscurezca sin razón, sin más,
hay destellos escondidos en la misma gloria,
y en la sombra más profunda, luz encontrarás.