Mujer difícil de amar
La ciudad late en ritmo de acero y asfalto,
un corazón mecánico que late sin compasión.
Ella, una flor en la grieta de la pared,
un brote de esperanza en la selva de hormigón.
Sus ojos, dos mares que esconden tormentas,
reflejan la furia del mundo, la lucha sin tregua.
Su sonrisa, un rayo de sol en la penumbra,
un oasis de paz en el desierto de la guerra.
Amarla es difícil, como amar a la luna,
un astro inalcanzable, un sueño fugaz.
Es como amar al viento, a la lluvia, al fuego,
fuerzas indomables, que no se dejan sujetar.
Ella es la rebeldía, la pasión, la libertad,
un espíritu indomable que no se doblega.
Es la voz de los olvidados, la esperanza del pueblo,
un faro en la noche, un grito en la tempestad.
Amarla es un desafío, una lucha sin cuartel,
una batalla contra el destino, contra la razón.
Es un amor que te consume, te transforma, te libera,
un amor que te hace sentir vivo, auténtico, humano.
Pero amarla es un riesgo, un juego peligroso,
un volcán en erupción, un fuego que te quema.
Es un amor que te puede destruir, te puede hundir,
un amor que te puede llevar al borde del abismo.
Y aún así, la amo, la amo con la fuerza del alma,
con la pasión del rebelde, con la entrega del poeta.
Porque amarla es difícil, pero es la única verdad,
la única razón para vivir, la única esperanza.
