Aunque la distancia nos separe, nunca se borra tu reflejo,
en cada sombra de mi risa, en cada paso que dejo.
Sé que el tiempo nos cambia, nos aleja sin querer,
pero el amor que me diste no se podrá deshacer.
No fui el más recto ni el hijo perfecto,
pero en tus brazos hallé mi refugio selecto.
Aun cuando erré, me diste abrigo,
y aunque fui torpe, siempre estuviste conmigo.
Pueden pasar los años y cambiar las estaciones,
pero solo hay un sol que ilumina mis razones.
Tendrá sus grietas la luna, mas sigue brillando,
como tú, que con tus fallos sigues amando.
No merezco tu entrega, aunque tú digas que sí,
crezco y crezco, pero jamás me alejé de ti.
Tal vez ya no soy el niño que te cantaba al oído,
pero sigo siendo el mismo que en tu amor ha crecido.
Con el pasar del tiempo entiendo el poder de tu amor,
no hay frío ni abismo que no calme tu calor.
Madre, me diste el regalo más puro y sincero,
un hechizo eterno llamado amor materno.
Y el día llegará en que deba yo cuidar,
como tú hiciste conmigo, sin pedir nada más.
Porque una sola madre la vida me concedió,
y sé que por mis victorias, hasta el final luchó.
Tal vez estas palabras sobren, tal vez ya lo sabes,
pero un amor tan grande ni en versos cabe.