Llevabas magia en tu alma
Llevabas el alma
como un agua serena,
un río sin prisa,
que nunca quiebra la luz
ni desordena los reflejos.
Llevabas el alma
abierta y callada,
como una flor en la noche,
que entrega su aroma
sin que nadie lo pida.
Llevabas el alma
tan leve, tan alta,
que la tierra se hacía aire,
y el peso de vivir
se volvía apenas un susurro.
Era el alma que tenías,
tan de cristal, tan desnuda,
que al mirarte
todos los sueños se cumplían
sin saber por qué.