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Elideth Abreu

La Rosa y el Ruiseñor: Fabula de San Valentin

En un jardín escondido entre montañas, vivía una rosa de pétalos rojos y perfume embriagador. Se sabía hermosa, pues cada día el sol la acariciaba con su luz y el viento la mecía con dulzura. Pero la rosa tenía un secreto: se sentía sola.

Aquel jardín estaba lleno de flores, pero ninguna lograba comprender su anhelo. Ella soñaba con un amor eterno, con alguien que la mirara más allá de su belleza y la amara por lo que realmente era.

Un día, un ruiseñor llegó al jardín y quedó fascinado con la rosa. Desde la primera vez que la vio, supo que nunca había contemplado nada más hermoso. Cada amanecer, le cantaba melodías dulces y, cada noche, susurraba poemas entre sus hojas.

—Eres la flor más bella que jamás he visto—le decía el ruiseñor—, pero no solo te amo por tu belleza, sino por la pasión con la que buscas algo más.

La rosa, sin embargo, dudaba.

—¿Cómo puedo creer en tu amor? Mis pétalos se marchitarán, y entonces te olvidarás de mí—respondió con tristeza.

El ruiseñor, herido por la desconfianza de la rosa, decidió demostrarle la pureza de su amor. La noche de San Valentín, voló hasta las estrellas y les pidió un deseo: que su canto fuera eterno para que, incluso cuando la rosa ya no estuviera, su amor siguiera vivo.

Las estrellas escucharon su ruego y, desde aquel día, cada vez que el viento pasa entre los rosales, se escucha un susurro dulce y melodioso: el canto del ruiseñor.

La rosa comprendió demasiado tarde que el amor verdadero no se mide por el tiempo, sino por la entrega.

Moraleja:
El amor no es eterno en la apariencia, sino en los actos y en la huella que deja en el corazón.

Piaciuto o affrontato da...
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