La piel de un poema es tan fragante,
como el susurro dulce de un querer,
se siente en cada letra, palpitante,
la esencia de un amor a florecer.
Versos que acarician como el viento,
y rozan con ternura el corazón,
un canto que desnuda el sentimiento,
y envuelve el alma en suave inspiración.
Cada palabra es piel que se deshace,
se funde entre deseos y emoción,
la tinta en la pasión arde y renace,
dejando huella en nuestra conexión.
Así el poema cobra vida entera,
susurra con su piel y su calor,
y en cada verso el alma se libera,
bailando entre los ritmos del amor.