Abriste en mi pecho una herida callada,
que sangra despacio en noches de luna,
un abismo hondo donde el eco resuena,
y la ausencia florece como flor ninguna.
Es un filo sutil que no pide permiso,
un beso perdido, un adiós sin medida,
una sombra que danza entre mis latidos
y en cada suspiro aviva la herida.
No es solo dolor, es un canto silente,
un murmullo de aquello que pudo haber sido,
un poema que nace en mi piel doliente,
y que en su latir grita lo que he perdido.
Pero aun en la grieta, la luz se filtra,
y entre las sombras, mi alma respira.
Aunque arda el pecho, aunque duela el paso,
la herida que abriste me guía despacio.
Porque en cada herida hay un hilo de vida,
un puente invisible que une lo roto,
y al final del dolor, la luz se desliza:
la herida me reconstruyo poco a poco.