Joseph Brodsky, el poeta disidente y sublime
Nació en la nieve, en la bruma del exilio,
con el verbo tallado en mármol y frío.
Un niño de versos, errante y altivo,
con el alma marcada por un cruel destino.
Hablaba con sombras, con mares, con ruinas,
con ángeles rotos de alas clandestinas.
Sus sílabas eran relámpagos blancos,
un eco en la nieve, un grito en el manto.
Lo llamaron hereje, lo exiliaron del viento,
pero el alma del hombre trasciende el silencio.
Desde costas ajenas, soñó con la espuma,
con el humo eslavo y su lengua en la bruma.
En la estepa del exilio escribió su condena,
con tinta de fuego y lágrimas llenas.
Oh, poeta errante de lírica austera,
fuiste voz de los huérfanos, lumbre sincera.
Y aunque el tiempo devore tu rostro y tu rastro,
queda el oro del verso, eterno y vasto.
Porque nadie destierra la luz ni el rocío,
ni apaga la llama de un canto infinito.
