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Elideth Abreu

Iguales y distintos

 
No es que el amanecer
sea mejor que el atardecer,
es simplemente que el cielo
sabe cambiar de piel.
 
El alba despierta el día,
con su luz de suave miel,
despeina el viento las hojas,
y el mundo vuelve a nacer.
 
El ocaso no es su sombra,
ni su opuesto, ni su ayer,
es un susurro dorado
que invita al sol a volver.
 
Cada uno tiene su magia,
su latido, su pincel,
no es que el amanecer
sea mejor que el atardecer...
 
Es simplemente que son distintos,
y en su magia hay que creer.

No es que el amanecer sea mejor que el atardecer,
es que son cosas distintas,
como el primer suspiro de la aurora
y el último aliento del ocaso.

El amanecer es un latido recién nacido,
un temblor de luz en el pecho del alba,
una promesa escrita en oro
sobre las manos frías de la noche.

El atardecer, en cambio, es la entrega,
el incendio lento de lo vivido,
la piel del cielo que se enciende y arde
antes de hundirse en su propio sueño.

No es que el amanecer sea mejor que el atardecer,
es que uno es principio y el otro es pausa,
y ambos, como versos de un mismo poema,
dibujan la eternidad en su instante.

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