Los labios dibujan senderos de fuego,
susurros que tiemblan en la piel rendida,
los dedos tejen secretos en ecos,
oleaje impaciente de mar encendida.
Los cuerpos se encuentran, abismo y refugio,
se funden en danza de luz y de sombra,
el pulso es un ritmo de fiebre y diluvio,
un beso, la chispa que todo desborda.
Los cuerpos se enlazan, incendio y rocío,
latidos errantes buscan su nido,
se funde la noche en jadeos y ríos,
se rompe el silencio en un dulce gemido.
Y cuando el alba despunte en su reino,
quedará en la piel la huella encendida,
vestigios de un fuego, voraz y eterno,
que arde en las sombras y nunca se olvida.