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Elideth Abreu

Herencia de agua

 
Madre,
tus manos eran un río
y yo, en su cauce,
un pez que aprendía a nombrar la corriente.
 
Tu voz,
hecha de barro y de sombra,
hizo de mi piel un territorio de ecos,
un bosque donde aún gime el relámpago
de las palabras no dichas.
 
Yo era niña
cuando supe que el silencio pesa
como un cántaro lleno de siglos,
como la lluvia
que cae en la garganta y no encuentra salida.
 
Hoy, en mi boca,
la tierra aún sabe a tus rezos,
a las semillas que hundiste en mi lengua
para que no olvidara
que el agua y la sangre
se llevan la historia
pero dejan el hambre.

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