En las aguas turbias del alma inquieta,
Se libra una batalla, silente y secreta.
Corrientes de duda, remolinos de temor,
Luchan contra la fe y el amor.
Cascadas de ira caen con estruendo,
Mientras la paciencia fluye, resistiendo.
Rocas de orgullo obstruyen el camino,
Pero la humildad las erosiona con tino.
La envidia, cual rápidos, arrastra y desvía,
La gratitud, cual remanso, calma y guía,
El odio, cual tormenta, agita y destruye;
El perdón, cual lluvia suave, limpia y fluye.
En cada meandro, en cada recodo,
El espíritu lucha, lo enfrenta todo.
Se fortalece con cada obstáculo vencido,
Crece en sabiduría con lo aprendido.
Y al fin, tras la lucha, llega la calma,
Un mar de paz se extiende en el alma.
El río interno, ahora sereno y profundo,
Refleja la luz de un nuevo mundo.