Grito en la sombra
Allá, donde el umbral se hace brisa,
se refugian los rostros sin aliento.
No hay perdón en el pan que se desliza,
ni clemencia en la voz del desaliento
que enmudece a los labios peregrinos
y somete a su cruz todo intento.
¿Qué sendero les niega los caminos?,
¿qué frontera se cierra ante sus pasos,
sepultando en la arena sus destinos?
Ya no quedan vestigios de abrazos,
ni banderas que enarbolen su historia,
solo sombras que arrullan los ocasos.
Hubo un tiempo sin sed de vil memoria,
cuando el trigo crecía sin cadenas,
cuando el hambre no hería con su escoria.
Pero el oro labró sus duras penas,
y la fe que alumbraba sus anhelos
se tornó en mar de furias y condenas.
Hoy transitan la piel de los desvelos,
con el miedo prendido en sus espaldas,
con los sueños doblados en pañuelos.
Desde lejos, la vida es una falda
que se agita al compás de la tormenta,
pero el alma se aferra a su guirnalda.
Entre luces y sombras se alimenta
la esperanza que arde aunque la hieran.
Porque nunca el dolor todo revienta,
porque hay voces que gritan aunque mueran.
