Enredaderas de azul, glicinas atrapan,
Mi tempestad interior, mi dolor que escapa.
Sus racimos fragantes, un abrazo sereno,
Calman el torbellino, alivian el veneno.
Sus campanas violetas, un manto de consuelo,
Envolviendo mi alma, alejando el desconsuelo.
Su aroma embriagador, un bálsamo que sana,
Curando las heridas, devolviendo la calma.
Entre sus hojas caídas, encuentro refugio,
Donde mi tormenta se apaga, se hace un diluvio.
Glicinas de tormenta, mi ancla en el vendaval,
Su amor incondicional, mi faro en la oscuridad.